lunes, 31 de marzo de 2014

EL ROL DEL ABOGADO FRENTE A LA SOCIEDAD

Que el título de Abogado confiere una jerarquía intelectual y una dignidad social, esos valores los crearon y los consolidaron los grandes jurisconsultos que con su saber y con su acción ilustraron los anales forenses. Los Abogados son los usufructuarios de esos valores, en virtud de que una cortés presunción los considera continuadores de su obra. Deben hacer que esa presunción sea una indiscutible realidad, ya que así conciliarán noble y eficazmente sus aspiraciones personales con sus deberes sociales.

Que los deberes del Abogado comprenden, además de la defensa de los derechos e intereses que le son confiados, la defensa del prestigio de su clase, de la dignidad de la magistratura, del perfeccionamiento de las instituciones del derecho, y en general de lo que interesa al orden jurídico.

"El abogado debe tener presente que es un servidor de la justicia y un       colaborados de su administración". Somos ministros de la justicia a través del interés particular; no tenemos derecho de poner nuestras aptitudes, nuestras facultades al servicio de la injusticia o del error, conscientemente; eso no es lícito".

El hombre listo que sorprende la buena fe de un tribunal, engañándolo en los hecho, equivocándolos en las citas retrasando el procedimiento ... el hombre listo que hace tales cosas y con ellos medra, tendrá cierto parecido con el salteador de caminos; pero más no como un Abogado que respeta su juramento.

Las opiniones jurídicas varían de fecha y hasta de hora de expedición; el abogado debe trasformarse en un cazador de leyes, de los debates; un artículo de una ley olvidada reduce a polvo toda una biblioteca. El abogado ha de procurara de contar con el "combustible" jurídico necesario, para iluminar los debates orales o escritos. Debe tener el puente entre la frialdad del libro y las candentes situaciones vitales que tienen cada uno de los procesos.

En la demanda debe esbozarse el proyecto de sentencia que se espera obtener, con las pruebas que la sustentarán. El buen abogado facilita y adelanta el trabajo judicial. "El abogado transforma la vida en lógica y el juez transforma la lógica en justicia". Aceptar el caso, ser el primer juez, actuar con intuición y experiencia, es hacer en cierto modo jurisprudencia y hasta proyectar leyes, porque un caso justo bien defendido y ganado puede abrir caminos insospechados.

Cuesta hacer comprender a muchos que se debe estudiar para saber, para el ejercicio profesional y no superar las barreras de los informes y escritos a última hora. El derecho implica lógica, meditación, estudio para aprehender y sedimentar tus principios y ello no se logra con esfuerzos esporádicos, sino con esfuerzo constante y permanente.

El abogado debe ser diligente, es decir que podrá un conveniente cuidado en la atención y manejo de los asuntos  que se le confían, vigilando con celo, dedicación, los distintos pasos del proceso. Esta diligencia, ha de ponerla de manifiesto en pequeñas cosas, reveladoras de un orden en la organización del estudio: puntualidad en el horario de atención del mismo, carpetas y fichas para cada caso, un mínimo de control contable; en la asistencia por sí o por su procurador  a los tribunales diariamente y en especial los días de notas para controlar los despachos; en la interposición en tiempo de los recursos que sean procedentes, en la vigilancia de las pruebas, en la asistencia a audiencias puntualmente y todo cuanto fuera la defensa de su patrocinado.

Un caso difícil, incluso no remunerativo, requerirá un empleo de esfuerzos, toda la actividad del estudio. El Abogado como el luchador olímpico, como el atleta, deberá guardar sus energías hasta para el empuje final, para los alegatos, los informes y el esclarecimiento de cada uno de los hechos materia de juzgamiento.

El grave error de los neófitos, consiste en creer que el abogado genial es aquél que puede, sin preparación, asombrar a un auditorio con frases maravillosas u argumentos decisivos, frutos tan sólo de la improvisación. Nada hay más inexacto. Se puede aplicar a nuestra profesión, el consejo de Napoleón  sobre la guerra y decir así, que el arte de pleitear es una ciencia en la que no triunfa nada que no haya sido previamente preparado, con una sólida, fuerte y segura meditación"

Calamendrei que con aguda pluma señala: "El que atienda los hechos, magistrado o abogado es un hombre honrado, modesto, pero honesto, para dar con la solución justa que corresponda con mayor claridad a la realidad concreta, interesa su preocupación permanente por los justiciables que él se somete por ello al profundo estudio de autos, que exige abnegación y no da gloria pero da satisfacción espiritual de la labor cumplida".

Parry, precisa: "Debes asimilar las cuestiones técnicas que surjan en el proceso que patrocinas, ser capaz de refutar el informe de un experto, desfavorable para tu cliente y si es necesario, discutir con el especialista en su propio terreno, y demostrar que estas preparado para ejercer la profesión con dignidad”.

Louis Crémieu, en Tritede la Profesión d' avocat ,  expresa: " Para ser un buen abogado es necesario amar al trabajo y dedicarse a él en forma regular, a fin de desarrollar metódicamente los conocimientos y estar al corriente de las transformaciones que se producen continuamente, tanto en la legislación, como en la jurisprudencia. El arsenal de leyes se hace en nuestra época, cada vez más complicado. La jurisprudencia está en constante evolución. El abogado  consciente debe convencerse que tiene todavía mucho que aprender. La lectura regular de los diarios judiciales, colecciones de leyes y decretos, revistas jurídicas, colecciones periódicas de jurisprudencia, le permitirán ensanchar el proceso de sus conocimientos y estar en condiciones de responder de una manera segura a las preguntas que sus clientes puedan hacerle  puedan hacerle. Nada es más enojoso que darle a un litigante la impresión de conocimientos inseguros y una opinión vacilante"

"Para ganar un juicio, se requiere tres cosas: estar en la razón, probarla y tener quien la dé". "Al abogado incumbe demostrar la razón y probarla acabadamente. A veces los jueces logran apuntalar la razón, que es evidente, de una parte, pero que no se ha probado". Las actuales facultades judiciales, más amplias, para encontrar la verdad real, pueden suplir la ciencia o diligencia no aplicadas por las partes, pero "los magistrados no son traumaturgos ni adivinos y mal podrían pronunciar un fallo sobre la base negativa y hasta insospechada de una situación jurídica que no aparece en autos". "El pueblo debe ser testigo de cómo los tribunales desempeñan su mandato de interpretación y aplicación de las leyes en forma correcta".

Una pérdida de un expediente, aunque casual o involuntaria, significa una derrota al sistema judicial y lesiona la imagen de la justicia. Con mayor razón los casos más dolorosos de sustracción de expedientes, de papirofagias de documentos que han ocurrido, se debe sancionar disciplinadamente al Juez o Secretario, aduce "desconocer completamente lo actuado". Es un deber profesional del abogado concurrir a las secretarías a examinar el expediente y no interponer recursos dilatorios y que en muchos casos no se ajustan a la Ley, ni a la realidad del proceso.

La obligación del Abogado es  poner el mayor celo y atención en el desempeño del mandato, dando al cliente informaciones constantes y completas sobre la marcha del juicio y tomando o haciendo tomar medidas que se hicieren necesarias para el buen mérito de su tarea, en ese momento estará cumpliendo su juramento y haciendo que la abogacía es ejercida por abogados dignos.

Couture decía: “se leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aún cuando él sea desleal contigo. Leal para con el Juez, que ignora los hechos y confía en las pruebas y escritos que tú le presentas”. Tú deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.

Julio César Castiglioni Ghiglino
JUNIO DEL 2001

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