Ante la grave crisis que agobia hoy
día a nuestra patria se requiere reformas profundas que impulsen el desarrollo
de los pueblos, se deben cambiar las viejas estructuras económicas, sociales,
culturales y educacionales. Los tiempos en que vivimos exige la instauración de
una concepción de la vida, de nuestras costumbres y de la idea que nos hemos
formado de nuestro destino. Seremos responsables de la renovación de a patria,
necesitamos incorporar dentro del mundo civilizado a la masa campesina, al
poblador selvático y al informal costeño, que tanto espera de nosotros.
Necesitamos superar nuestra
condición de subdesarrollo económico, necesitamos introducir la técnica en
todas las manifestaciones de la vida. Necesitamos renovar nuestra agricultura,
nuestra industria incipiente; debemos sacudirnos de la pobreza, debemos elevar
nuestro estándar de existencia.
Para la realización de todo ello, la
juventud socialcristiana está llamada a convertirse en los pioneros del
progreso y la renovación del país. Los jóvenes estamos llamados a convertirnos
en elementos útiles y capaces para vencer todas las dificultades, ello sólo
será posible con el esfuerzo que pongamos
cada uno de nosotros a fin de lograr una patria grande soberana, digna de sus
hijos.
Las sociedades del mañana estarán
integrados por hombres de fe, mucho más que en los tiempos pretéritos y
presentes. Las necesidades humanas, como también las condiciones de vida serán
diferentes. Necesitamos de hombres con férrea voluntad para trabajar y superar
la crisis que nos agobia.
Por eso se necesita de jóvenes con
inquebrantable tesón para sobreponerse a todas las adversidades de la vida,
sobre todo se necesita espíritu de juventud y grandeza al ser vicio de los
pueblos, donde reine el bien común y la paz social.
Para llamarse joven, no basta ser
joven en años. Hay hombres que nacen con la huella de la decrepitud en el alma.
Joven es aquel que vislumbra y persigue un ideal, joven es aquel ser que
piensa, siente y tiene emoción social, joven es aquel que enciende la luz del
saber, aunque sea débil, para alumbrar los montes oscuros de los que caminan en
tinieblas. Nadie es viejo por el mero hecho de vivir muchos años. Se envejece
por el abandono de los ideales y por la vejez del espíritu. Los años arrugan la
piel, encanecen el cabello, pero la pérdida del entusiasmo marchita el alma. La
peor vejez es la del espíritu.
El hombre espiritualmente viejo, es
sólo una sombra del hombre, es un espejismo, sus actos trasuntan al pesimismo y
la desolación. El hombre libre tiene pensamiento de renovación, de grandeza y
de bienestar, tiene espíritu de desarrollo y conciencia de la dignidad humana, cree en su esfuerzo y en su trabajo como
fuente de desarrollo, cree en el cuerpo como madre del fruto verde, cree en sí
mismo y en Dios, ama su libertad y la grandeza de sus hermanos, busca la
juventud en su alma.
EL SOCIAL CRISTIANO, 1988
No hay comentarios:
Publicar un comentario