lunes, 10 de marzo de 2014

MENSAJE A LA JUVENTUD

Ante la grave crisis que agobia hoy día a nuestra patria se requiere reformas profundas que impulsen el desarrollo de los pueblos, se deben cambiar las viejas estructuras económicas, sociales, culturales y educacionales. Los tiempos en que vivimos exige la instauración de una concepción de la vida, de nuestras costumbres y de la idea que nos hemos formado de nuestro destino. Seremos responsables de la renovación de a patria, necesitamos incorporar dentro del mundo civilizado a la masa campesina, al poblador selvático y al informal costeño, que tanto espera de nosotros.

Necesitamos superar nuestra condición de subdesarrollo económico, necesitamos introducir la técnica en todas las manifestaciones de la vida. Necesitamos renovar nuestra agricultura, nuestra industria incipiente; debemos sacudirnos de la pobreza, debemos elevar nuestro estándar de existencia.

Para la realización de todo ello, la juventud socialcristiana está llamada a convertirse en los pioneros del progreso y la renovación del país. Los jóvenes estamos llamados a convertirnos en elementos útiles y capaces para vencer todas las dificultades, ello sólo será posible con  el esfuerzo que pongamos cada uno de nosotros a fin de lograr una patria grande soberana, digna de sus hijos.

Las sociedades del mañana estarán integrados por hombres de fe, mucho más que en los tiempos pretéritos y presentes. Las necesidades humanas, como también las condiciones de vida serán diferentes. Necesitamos de hombres con férrea voluntad para trabajar y superar la crisis que nos agobia.

Por eso se necesita de jóvenes con inquebrantable tesón para sobreponerse a todas las adversidades de la vida, sobre todo se necesita espíritu de juventud y grandeza al ser vicio de los pueblos, donde reine el bien común y la paz social.

Para llamarse joven, no basta ser joven en años. Hay hombres que nacen con la huella de la decrepitud en el alma. Joven es aquel que vislumbra y persigue un ideal, joven es aquel ser que piensa, siente y tiene emoción social, joven es aquel que enciende la luz del saber, aunque sea débil, para alumbrar los montes oscuros de los que caminan en tinieblas. Nadie es viejo por el mero hecho de vivir muchos años. Se envejece por el abandono de los ideales y por la vejez del espíritu. Los años arrugan la piel, encanecen el cabello, pero la pérdida del entusiasmo marchita el alma. La peor vejez es la del espíritu.

El hombre espiritualmente viejo, es sólo una sombra del hombre, es un espejismo, sus actos trasuntan al pesimismo y la desolación. El hombre libre tiene pensamiento de renovación, de grandeza y de bienestar, tiene espíritu de desarrollo y conciencia de la dignidad humana,  cree en su esfuerzo y en su trabajo como fuente de desarrollo, cree en el cuerpo como madre del fruto verde, cree en sí mismo y en Dios, ama su libertad y la grandeza de sus hermanos, busca la juventud en su alma.


EL SOCIAL CRISTIANO, 1988

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