Que el título
de Abogado confiere una jerarquía intelectual y una dignidad social, esos
valores los crearon y los consolidaron los grandes jurisconsultos que con su saber
y con su acción ilustraron los anales forenses. Los Abogados son los
usufructuarios de esos valores, en virtud de que una cortés presunción los
considera continuadores de su obra. Deben hacer que esa presunción sea una
indiscutible realidad, ya que así conciliarán noble y eficazmente sus
aspiraciones personales con sus deberes sociales.
Que los deberes del Abogado comprenden,
además de la defensa de los derechos e intereses que le son confiados, la
defensa del prestigio de su clase, de la dignidad de la magistratura, del
perfeccionamiento de las instituciones del derecho, y en general de lo que
interesa al orden jurídico.
"El
abogado debe tener presente que es un servidor de la justicia y un colaborados de su administración".
Somos ministros de la justicia a través del interés particular; no tenemos
derecho de poner nuestras aptitudes, nuestras facultades al servicio de la
injusticia o del error, conscientemente; eso no es lícito".
El hombre listo
que sorprende la buena fe de un tribunal, engañándolo en los hecho,
equivocándolos en las citas retrasando el procedimiento ... el hombre listo que
hace tales cosas y con ellos medra, tendrá cierto parecido con el salteador de
caminos; pero más no como un Abogado que respeta su juramento.
Las opiniones
jurídicas varían de fecha y hasta de hora de expedición; el abogado debe
trasformarse en un cazador de leyes, de los debates; un artículo de una ley
olvidada reduce a polvo toda una biblioteca. El abogado ha de procurara de
contar con el "combustible" jurídico necesario, para iluminar los
debates orales o escritos. Debe tener el puente entre la frialdad del libro y
las candentes situaciones vitales que tienen cada uno de los procesos.
En la demanda
debe esbozarse el proyecto de sentencia que se espera obtener, con las pruebas
que la sustentarán. El buen abogado facilita y adelanta el trabajo judicial.
"El abogado transforma la vida en lógica y el juez transforma la lógica en
justicia". Aceptar el caso, ser el primer juez, actuar con intuición y
experiencia, es hacer en cierto modo jurisprudencia y hasta proyectar leyes,
porque un caso justo bien defendido y ganado puede abrir caminos insospechados.
Cuesta hacer
comprender a muchos que se debe estudiar para saber, para el ejercicio profesional
y no superar las barreras de los informes y escritos a última hora. El derecho
implica lógica, meditación, estudio para aprehender y sedimentar tus principios
y ello no se logra con esfuerzos esporádicos, sino con esfuerzo constante y
permanente.
El abogado debe
ser diligente, es decir que podrá un conveniente cuidado en la atención y
manejo de los asuntos que se le confían,
vigilando con celo, dedicación, los distintos pasos del proceso. Esta
diligencia, ha de ponerla de manifiesto en pequeñas cosas, reveladoras de un
orden en la organización del estudio: puntualidad en el horario de atención del
mismo, carpetas y fichas para cada caso, un mínimo de control contable; en la
asistencia por sí o por su procurador a
los tribunales diariamente y en especial los días de notas para controlar los
despachos; en la interposición en tiempo de los recursos que sean procedentes,
en la vigilancia de las pruebas, en la asistencia a audiencias puntualmente y
todo cuanto fuera la defensa de su patrocinado.
Un caso
difícil, incluso no remunerativo, requerirá un empleo de esfuerzos, toda la
actividad del estudio. El Abogado como el luchador olímpico, como el atleta,
deberá guardar sus energías hasta para el empuje final, para los alegatos, los
informes y el esclarecimiento de cada uno de los hechos materia de juzgamiento.
El grave error
de los neófitos, consiste en creer que el abogado genial es aquél que puede,
sin preparación, asombrar a un auditorio con frases maravillosas u argumentos
decisivos, frutos tan sólo de la improvisación. Nada hay más inexacto. Se puede
aplicar a nuestra profesión, el consejo de Napoleón sobre la guerra y decir así, que el arte de
pleitear es una ciencia en la que no triunfa nada que no haya sido previamente
preparado, con una sólida, fuerte y segura meditación"
Calamendrei que
con aguda pluma señala: "El que atienda los hechos, magistrado o abogado
es un hombre honrado, modesto, pero honesto, para dar con la solución justa que
corresponda con mayor claridad a la realidad concreta, interesa su preocupación
permanente por los justiciables que él se somete por ello al profundo estudio
de autos, que exige abnegación y no da gloria pero da satisfacción espiritual
de la labor cumplida".
Parry, precisa:
"Debes asimilar las cuestiones técnicas que surjan en el proceso que
patrocinas, ser capaz de refutar el informe de un experto, desfavorable para tu
cliente y si es necesario, discutir con el especialista en su propio terreno, y
demostrar que estas preparado para ejercer la profesión con dignidad”.
Louis Crémieu,
en Tritede la Profesión d' avocat , expresa: " Para ser un buen abogado es
necesario amar al trabajo y dedicarse a él en forma regular, a fin de
desarrollar metódicamente los conocimientos y estar al corriente de las
transformaciones que se producen continuamente, tanto en la legislación, como
en la jurisprudencia. El arsenal de leyes se hace en nuestra época, cada vez
más complicado. La jurisprudencia está en constante evolución. El abogado consciente debe convencerse que tiene todavía
mucho que aprender. La lectura regular de los diarios judiciales, colecciones
de leyes y decretos, revistas jurídicas, colecciones periódicas de jurisprudencia,
le permitirán ensanchar el proceso de sus conocimientos y estar en condiciones
de responder de una manera segura a las preguntas que sus clientes puedan
hacerle puedan hacerle. Nada es más
enojoso que darle a un litigante la impresión de conocimientos inseguros y una
opinión vacilante"
"Para
ganar un juicio, se requiere tres cosas: estar en la razón, probarla y tener
quien la dé". "Al abogado incumbe demostrar la razón y probarla
acabadamente. A veces los jueces logran apuntalar la razón, que es evidente, de
una parte, pero que no se ha probado". Las actuales facultades judiciales,
más amplias, para encontrar la verdad real, pueden suplir la ciencia o
diligencia no aplicadas por las partes, pero "los magistrados no son
traumaturgos ni adivinos y mal podrían pronunciar un fallo sobre la base
negativa y hasta insospechada de una situación jurídica que no aparece en autos".
"El pueblo debe ser testigo de cómo los tribunales desempeñan su mandato
de interpretación y aplicación de las leyes en forma correcta".
Una pérdida de
un expediente, aunque casual o involuntaria, significa una derrota al sistema
judicial y lesiona la imagen de la justicia. Con mayor razón los casos más
dolorosos de sustracción de expedientes, de papirofagias
de documentos que han ocurrido, se debe sancionar disciplinadamente al Juez
o Secretario, aduce "desconocer completamente lo actuado". Es un
deber profesional del abogado concurrir a las secretarías a examinar el
expediente y no interponer recursos dilatorios y que en muchos casos no se
ajustan a la Ley, ni a la realidad del proceso.
La obligación
del Abogado es poner el mayor celo y
atención en el desempeño del mandato, dando al cliente informaciones constantes
y completas sobre la marcha del juicio y tomando o haciendo tomar medidas que
se hicieren necesarias para el buen mérito de su tarea, en ese momento estará cumpliendo
su juramento y haciendo que la abogacía es ejercida por abogados dignos.
Couture decía:
“se leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas
que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aún cuando él sea desleal
contigo. Leal para con el Juez, que ignora los hechos y confía en las pruebas y
escritos que tú le presentas”. Tú deber es luchar por el derecho; pero el día
que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.
JULIO CÉSAR
CASTIGLIONI GHIGLINO
Lima, 24 de octubre de 2002
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