En
los últimos días, hemos podido ver con sorpresa que en las diferentes
agrupaciones políticas, los lideres que tienen la representación en forma
transitoria, vienen manejando a su capricho y antojo las listas de candidatos a
Alcaldes y Regidores a nivel nacional, dejando de lado la opinión de sus bases,
de sus militantes y de quienes se entregaron a la causa y sus ideales, los
mismos que se sienten utilizados al ver que sus máximos dirigentes aplican la
imposición para la designación de candidatos a los cargos edilicios.
A
los líderes se les debe considerar en alguna medida, con desconfianza. Ninguno
es infalible, todos pueden caer en el absolutismo o en el abuso del poder. Los
líderes deben saber dar a la persona el
valor supremo de su aporte, aprovechar
su potencialidad al más alto nivel. Podremos conjurar cualquier catástrofe sólo
sí los líderes escuchan a sus seguidores sometidos; ésta es la razón por cual
el liderazgo democrático encierra la mayor esperanza en la medida que los
líderes no caigan en la soberbia, en la autocracia, sentirse semi-dioses, que
todo lo saben, que todo lo conocen, que tienen la solución para todos los
problemas, sin importarles la opinión de quienes dirigen.
Un
líder debe tener las cualidades requeridas para la política creativa; en primer
lugar es la observación, la capacidad de observar con exactitud las cosas; después
la reflexión, que enseña el valor de las acciones, las imágenes, los
pensamientos y los sentimientos, lo que ayuda a percibir la relación que tienen
entre sí; luego la imaginación, que es modificar, crear y asociar;
posteriormente la invención y aplicación de métodos no conocidos e inéditos; y,
finalmente, el juicio de valor que es decidir cómo y dónde y hasta que grado
puede ejercer cada una de estas facultades.
Estas
cualidades llevadas a su nivel más alto es la respuesta del liderazgo
democrático, siempre y cuando estén acompañadas de una conducta permanente y
disciplinada de respeto a los demás. El verdadero liderazgo es la capacidad de
hacer girar al mundo, es la capacidad de inspirar y movilizar a multitud de
personas, es una transacción pública con la historia. La misión del líder es
mantener las instituciones y los valores frente a la corriente vertiginosa del
cambio de la historia.
El
líder está forzosamente obligado a innovar, pero sin dejar de lado lo que tiene
como realidad viviente. Debe representar al pueblo su oferta cada día debe ser más
interesante, cada día debe estar más resuelto a ganar las causas justas, debe
estar convencido de sus ideales. No tiene fibra de líder quien carece de
imaginación, pues nada grande se ha ganado sin esta inspiración.
El
éxito depende del contenido del mensaje y de la forma cómo se trasmite.
Schumpeter hizo hincapié en la venganza que ejerce el medio contra los que hacen
algo, sin tener en cuenta la opinión de quienes lo rodean en democracia.
Tocqueville decía que una democracia puede llegar a la verdad, sólo como
resultado de la experiencia; muchas instituciones pueden desaparecer mientras
están esperando las consecuencias de sus errores.
Lo
que se quiere hoy en día, es un nuevo estilo de liderazgo que responda a la
verdadera democracia. El líder debe saber que hacer y como hacer. Con el
respeto a su militancia a las bases y a las estructuras de sus partidos a las
instituciones y no imponer a sus vasallos o quienes les han inclinado su
columna al puro estilo del Fedudalismo.
Woodrow
Wilson dijo, que ningún hombre pueda dirigir si no actuar consciente o
inconscientemente, bajo los impulsos de una profunda simpatía por aquellos a
quienes se dirige; simpatía que es comprensión que nace del corazón y no del
intelecto. El liderazgo no es amigo del autogobierno, sino el medio para
hacerlo funcionar y los seguidores tienen su propia obligación, que es mantener
a los líderes dentro del estricto límite democrático.
En
una democracia, el liderazgo depende particularmente del lenguaje para hacer
llegar una visión. El lenguaje empleado por los líderes determina el tono de la
política. La responsabilidad de los líderes es de definir las acciones reales y
explicar por qué una acción es preferible la otra; y, al hacerlo debe convertir
el lenguaje en un medio no de engaño, a las bases o dirigencias, sino de
comunicación, no en enemigo sino en amigo del principio de realidad; de saber
decir la verdad en forma oportuna; hay momentos que callar nos hace cómplices,
hay momentos que callar equivale a mentir, somos amanes de la verdad, comadre
engendradora del respeto a los seres humanos y valores fundamentales.
Los
líderes democráticos se deben a sus pueblos, deben escucharlos, atenderlos y
estar con ellos; y no como sucede, que se alejan de la realidad, del pueblo que
los apoya , de sus electores, de sus seguidores y de sus bases, como si el
cargo fuera eterno, lo que desnaturaliza el rol y la función de un líder que su
comunidad y los partidos políticos necesitan en los tiempos modernos.
JULIO
CÉSAR CASTIGLIONI GHIGLINO
Lima, 28 de marzo de 2002
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