DISPOSICIONES MUNICIPALES
Habiendo asumido las nuevas autoridades los gobiernos
regionales y locales con algunas reelecciones que son perniciosas cuando van
más allá de los dos períodos, porque postergan la posibilidad de generar nuevos
liderazgos, tan escasos en los últimos tiempos, a través de esta columna
emitiremos opinión sobre el fortalecimiento de los gobiernos regionales y
gobiernos locales, porque creemos firmemente que son estos dos niveles de
gobierno lo llamados a lograr el crecimiento y el desarrollo del país.
Lima, Ciudad Señorial y Virreinal, tres veces coronada,
que ha cumplido 472 años de vida republicana, constituye el Centro del país, en
lo económico, cultural, político y social, por lo cual debemos saludar su
presencia en la vida y desarrollo del país, sin embargo, ello no ha postergado
a las provincias por una mala distribución de roles, competencias y facultades,
que aplicaron los diferentes gobernantes de turno en todos estos años.
El centralismo que padecemos desde la Colonia nos ha
hecho mucho daño. Es clamoroso comprobar que existan pueblos en el interior que
padezcan de los elementales servicios de luz, agua, desagüe, vías de
comunicación, que no tengan los recursos económicos suficientes para impulsar
el desarrollo integral y sostenido, pueblos que pese al esfuerzo y trabajo de
sus hijos, no han logrado alcanzar el desarrollo deseado.
Que esta experiencia nos sirva de ejemplo y no hacer de
la descentralización un proceso sin rumbo, sin el real convencimiento de sus
grandes alcances, donde se busque la integración de la comunidad de todo el
país, esto es una tarea nacional impostergable que requiere de un sustento
político, económico, administrativo, social, cultural y de condiciones reales,
sin demagogia y con propuestas técnicas, por parte de los gobernantes reales.
Los gobernantes regionales tienen que tener una real
autonomía económica, administrativa y política, deben ser entes de desarrollo
con planes concertados con la población y presupuestos participativos, dentro
de los parámetros de la estructura y las políticas de Estado. La Descentralización
es un asunto de magnos alcances, y como
tal debe proyectarse bien, que no se imponga, que no se le convierta en un
proceso de capricho, apresuramiento y sin un rumbo.
Hay que crear los canales de incorporación a la realidad
nacional en armonía con el Estado y la Sociedad, demos un paso adelante, pero
hay que hacer la traslación real del poder con la transferencia de las
atribuciones, facultades, competencias y los recursos, a quienes deben tener a
su cargo esta tarea en base al principio de subsidiaridad. La coyuntura ha
despertado entusiasmo donde la Descentralización debe convertirse en un
proyecto real de transformación.
Cada región debe poseer las posibilidades reales para un
desarrollo sostenido y orgánico, debe sustentarse en los ejes productivos-sociales
que potencien los recursos principales que poseen, integrándose a un plan
nacional del cual son parte en el desarrollo nacional, debe buscarse afianzar
la estructura del Estado, en base a la voluntad democrática y a las fuerzas
representativas con la participación activa de la sociedad.
La descentralización por su importancia en el desarrollo,
debe constituirse en la viga maestra de la política del Estado, de manera, que
en el marco legal en que se desarrollen no pueden ser afectadas por disposiciones
que directa o indirectamente las desvirtúen, las posterguen, trastoquen su
autonomía y sus atribuciones. Que se haga un proceso consistente, realista, que
revierta la actual tendencia centralista. Que se formule un Programa
descentralizador que permita a los pueblos disfrutar de sus riquezas naturales
y desarrollarse en forma equilibrada y natural.
Debemos continuar la movilización entorno a la autentica
plataforma de descentralización, concretar este propósito resulta muy complejo,
pero es una tarea impostergable. Este proceso, requiere necesariamente u cambio
radical de las realidades actuales, donde no exista desarrollos desiguales, y
nos presenta un país completamente desarticulado, de espaldas a las de los
pueblos del interior del país dejando de lado sus grandes necesidades.
Creemos firmemente en el proceso de descentralización,
con cambios profundos políticos, económicos y sociales reconociéndoles su real
autonomía a los gobiernos regionales que les otorga la Constitución del Estado,
que el proceso nos lleve a forjar una patria, donde los sueños se hagan
realidad, se abran las puertas de la esperanza nacional y logremos conciliar la
legislación, con la realidad tan enfrentada en todos los tiempos y abriéndose
la esperanza de un Perú mejor.
La tradición nacional es la de un estado unitario, así lo
establece el artículo 43º de la Constitución Política del Estado, al señalar
que el gobierno del Perú es unitario, representativo y descentralizado, y se
organiza según el principio de la separación de poderes, y dentro de este
esquema debemos buscar un desarrollo integral de la costa, de la sierra y de la
selva.
El mayor problema del país no es económico sino político
y administrativo, ya que el centralismo que ha sido la forma de gobierno y de distribución
de las actividades económicas, ha destruido la identidad nacional y la
conciencia regional y local.
La capitalidad del Perú, es incuestionable; pero no debe
ser solamente la capital de la República, por representar la tradición, por
representar el mayor eje económico y por representar el centralismo político,
sino debe ser la capital de la República por su efectiva atracción de las
provincias en su desarrollo y crecimiento orgánico y en una especie de
irradiación de vida y cultura a todos los pueblos del Perú para que estos
crezcan a semejanza de ella, y no se siga alentando el resentimiento contra el
centralismo.
Lima debe seguir desarrollándose, en forma planificada,
debe ser un ejemplo a imitar por los pueblos del interior y en esfuerzo mancomunado
logremos el crecimiento integral de toda nuestra patria.
Julio César Castiglioni Ghiglino
POLÉMICA MUNICIPAL, SEMANA DEL 25 AL
31 DE ENERO DE 2007
EDICIÓN N° 354
EDICIÓN N° 354
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