martes, 3 de junio de 2014

¿DESPUES DE CHILE QUE…?


El reloj marcaba las 3:45 de la tarde del 31 de mayo, la radio a tubos marca Philips color marrón estaba encendida a todo volumen  en el cuarto de papá y mamá, el descansaba sobre la cama para escuchar el partido de futbol que jugaría la selección peruana con Bulgaria en el Mundial de México 70.

La tarde era soleada el invierno habría terminado, como todos los domingos en el balcón del segundo piso de la casa de adobe herencia de nuestros abuelos tomábamos sol junto a mamá éramos siete hermanos y más adelante llegamos a nueve.

De pronto la tierra empezó a temblar el movimiento era horizontal, la tierra seguía temblando, el movimiento cambio  de giro en forma vertical, se escuchó un estrondor espantoso, la noche cayó todo estaba en penumbras, el pánico se apoderó, mamá gritaba buscando al último de mis hermanos, estaba en el otro cuarto; implorábamos al Señor de la Soledad, Patrón de Huaraz, que eso que sabíamos que era terminara, la tierra en forma lenta dejaba de temblar, la polvadera empezó a elevarse al infinito fueron tres o cinco minutos nadie puede saber el tiempo que transcurrió, poco a poco se hizo la luz, apareció el sol, seguíamos en el balcón vimos con asombro el horizonte, Huaraz estaba en ruinas, los gritos de la gente se escuchaban por todos lados, pedían ayuda para poder salir de sus casas destruidas, otros agonizaban enterrados, los perros aullaban, la tierra seguía temblando, la casa se había caído en la parte posterior y el lado izquierdo, solo Dios sabe por qué nos salvamos.

Nuevamente dirigimos nuestras miradas al horizonte y vimos a una tía hermana de papá, nos grito a lo lejos si nos encontrábamos bien, le dijimos que si y despareció se fue al cementerio a buscar los restos de su mamá que un mes atrás había fallecido, nuevamente miramos hacia el horizonte y vimos  de nuestros primos mayores eran unos muchachones que nos ayudaron a salir de los escombros y caminar sobre las ruinas rumbo a la plaza de armas habíamos dejado el balcón, nuestros primos regresaron a desenterrar a un vecino entre las pocas posibilidades que tenían para escoger, su niña recién nacida, su esposa y él agonizaban enterrados.

En la plaza de Armas la desesperación era incontrolable, los llantos, los gritos, la gente buscaba a sus familiares desorientados fuera de si dentro de la confusión, otros morían enterrados sin posibilidad de ayuda, a  alguien se le ocurrió la laguna de Yaca se va a salir, vendrá el aluvión, el pánico se apoderó de todos con mayor acento no sabíamos a donde correr, que hacer, solo llorar; había una experiencia de 1941 se produjo un aluvión por la cuenca del río Quilca y llevándose ambas márgenes hasta la Av. Raimondi.

En el balcón de una vieja casona al costado de Radio Huascarán habían unos esposos abrazados y colgados, estaban muertos, juntos se habían ido, el techo les había caído en la cabeza. La catedral estaba destruida no había casa techada con tejas que hubiera quedado en pie, después de la remoción de los escombros solo quedaron tres de material noble, habían desaparecido las calles empedradas, ya no se podía tomar el emoliente muy temprano en Rocendo, las raspadillas en el Gordo, hasta ahora atiende al costado de la plaza de Armas.

Los lugares de mayor concentración fueron el Colegio Santa Elena donde había una actuación, dicen que las religiosas se opusieron a que la personas salieran por las puertas manifestando que el movimiento telúrico pasaría, la viaje casona se derrumbo y todos los que estaban en ella quedaron sepultados, si algunos hubieran salido a la Plaza de Armas seguro que se salvarían, murió un tío y una prima, mamá no dejo ir a mis hermanas mayores a pesar que las invitaron, algo le decía que nos salieran. Toda la noche hombres, mujeres y la Guardia Civil trabajaban incluso con sus manos y uñas para sacar a los moribundos, al chofer del Colegio lo rescataron a las tres   de la mañana, pero no vivió, la noche era interminable y la tierra seguía temblando.

Otro lugar era el Club San Francisco que quedaba a una cuadras de la Plaza de Armas, era la juramentación de su Junta Directiva, papá no fue a pesar que estuvo invitado, se demoró un año como muchos casos para encontrar los restos de un amigo entrañable lo halló a seis metros de la Plaza de Armas, la velocidad con que salió corriendo no le dio tiempo para salvarse y murió sepultado, el saldo final fue catastrófico más de setenta mil muertos, doscientos cincuenta mil desaparecidos, ciento ochenta mil heridos y doscientos cincuenta y cinco poblados destruidos en todo el Departamento de Ancash.

Los más pequeños que no entendían lo que pasaba, lloraban por hambre, sueño y sed, había que desenterrar los negocios que vendían productos de primera necesidad y las farmacias  para la vacunas conjuntamente con la Guardia Civil saqueábamos estos lugares, teníamos que vivir, algo había que comer.

El chino del Hotel 28 de julio que era un Capitán de la Guardia Civil, perdió a todo su familia y con el dolor de su corazón desenterró una cocina de kerosene del chifa que tenia y se puso a cocinar para los niños era impresionante su valor, mi tía saco vacunas de las farmacias y empezó a vacunar a los más pequeños.

Los muertos empezaban a descomponerse, había que llevarlos a la fosa común para enterrarlos, estos hacían arrumados como cargas de leña en la Municipalidad o en la Plaza de Armas, vi a mi profesor subirse al volquete que se llevaría en unos días el cuerpo de su esposa a la fosa, la saco entre sus brazos, la tapo con una frazada y se paseaba con ella en sus hombros llorando y buscando a su hijo y a sus padres.  Hasta la fecha la gente no sabe en que fosas comunes están enterrados sus familiares.

Terminada la noche, la tierra seguía temblando, al día siguiente vi caminando en la Plaza a una persona entre otras que trabajaba en el correo cerca de la casa, lo salude y me contesto meses más tarde, me entere que había fallecido enterrado en el terremoto en su casa del barrio de Belén.

Cuando he visto los sucesos de Pisco, Haití y ahora Chile, más allá del vandalismo de algunos desadaptados, justifico su reacción, la gente tiene que comer y vivir, nosotros lo hemos pasado, lo hemos vivido, sabemos lo que es el hambre, la sed, el frío de la noche, dormir en el suelo y con lluvia, ir al campo o al monte a buscar leña para que mamá pueda cocinar, traer agua del puquio, la acquia, del río para poderla tomar, comer el pollo podrido después de una larga carrera para poder atraparlo los cuales eran arrojados por los aviones Hércules del Ejercito, nadie sabe lo de nadie, muchos hablan porque no conocen, muchos critican porque no han vivido, en vez de hablar y criticar ayudemos a todos nuestros hermanos damnificados  con todo lo que podamos y pedirles que se organicen para que puedan levantar sus pueblos de las ruinas y prepararnos para otros hechos similares o peores, la naturaleza nos puede volver a castigar y no sabremos que hacer en ese momento.


                                                                                  Lima, 08 de Marzo del 2010


                                                           JULIO CESAR CASTIGILIONI GHIGLINO

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