El reloj marcaba las 3:45 de
la tarde del 31 de mayo, la radio a tubos marca Philips color marrón estaba
encendida a todo volumen en el cuarto de
papá y mamá, el descansaba sobre la cama para escuchar el partido de futbol que
jugaría la selección peruana con Bulgaria en el Mundial de México 70.
La tarde era soleada el
invierno habría terminado, como todos los domingos en el balcón del segundo
piso de la casa de adobe herencia de nuestros abuelos tomábamos sol junto a
mamá éramos siete hermanos y más adelante llegamos a nueve.
De pronto la tierra empezó a
temblar el movimiento era horizontal, la tierra seguía temblando, el movimiento
cambio de giro en forma vertical, se
escuchó un estrondor espantoso, la noche cayó todo estaba en penumbras, el
pánico se apoderó, mamá gritaba buscando al último de mis hermanos, estaba en
el otro cuarto; implorábamos al Señor de la Soledad, Patrón de Huaraz, que eso
que sabíamos que era terminara, la tierra en forma lenta dejaba de temblar, la
polvadera empezó a elevarse al infinito fueron tres o cinco minutos nadie puede
saber el tiempo que transcurrió, poco a poco se hizo la luz, apareció el sol,
seguíamos en el balcón vimos con asombro el horizonte, Huaraz estaba en ruinas,
los gritos de la gente se escuchaban por todos lados, pedían ayuda para poder
salir de sus casas destruidas, otros agonizaban enterrados, los perros
aullaban, la tierra seguía temblando, la casa se había caído en la parte
posterior y el lado izquierdo, solo Dios sabe por qué nos salvamos.
Nuevamente dirigimos
nuestras miradas al horizonte y vimos a una tía hermana de papá, nos grito a lo
lejos si nos encontrábamos bien, le dijimos que si y despareció se fue al
cementerio a buscar los restos de su mamá que un mes atrás había fallecido,
nuevamente miramos hacia el horizonte y vimos
de nuestros primos mayores eran unos muchachones que nos ayudaron a
salir de los escombros y caminar sobre las ruinas rumbo a la plaza de armas
habíamos dejado el balcón, nuestros primos regresaron a desenterrar a un vecino
entre las pocas posibilidades que tenían para escoger, su niña recién nacida,
su esposa y él agonizaban enterrados.
En la plaza de Armas la
desesperación era incontrolable, los llantos, los gritos, la gente buscaba a
sus familiares desorientados fuera de si dentro de la confusión, otros morían
enterrados sin posibilidad de ayuda, a
alguien se le ocurrió la laguna de Yaca se va a salir, vendrá el
aluvión, el pánico se apoderó de todos con mayor acento no sabíamos a donde
correr, que hacer, solo llorar; había una experiencia de 1941 se produjo un
aluvión por la cuenca del río Quilca y llevándose ambas márgenes hasta la Av.
Raimondi.
En el balcón de una vieja
casona al costado de Radio Huascarán habían unos esposos abrazados y colgados,
estaban muertos, juntos se habían ido, el techo les había caído en la cabeza.
La catedral estaba destruida no había casa techada con tejas que hubiera
quedado en pie, después de la remoción de los escombros solo quedaron tres de
material noble, habían desaparecido las calles empedradas, ya no se podía tomar
el emoliente muy temprano en Rocendo, las raspadillas en el Gordo, hasta ahora
atiende al costado de la plaza de Armas.
Los lugares de mayor
concentración fueron el Colegio Santa Elena donde había una actuación, dicen
que las religiosas se opusieron a que la personas salieran por las puertas
manifestando que el movimiento telúrico pasaría, la viaje casona se derrumbo y
todos los que estaban en ella quedaron sepultados, si algunos hubieran salido a
la Plaza de Armas seguro que se salvarían, murió un tío y una prima, mamá no
dejo ir a mis hermanas mayores a pesar que las invitaron, algo le decía que nos
salieran. Toda la noche hombres, mujeres y la Guardia Civil trabajaban incluso
con sus manos y uñas para sacar a los moribundos, al chofer del Colegio lo
rescataron a las tres de la mañana,
pero no vivió, la noche era interminable y la tierra seguía temblando.
Otro lugar era el Club San
Francisco que quedaba a una cuadras de la Plaza de Armas, era la juramentación
de su Junta Directiva, papá no fue a pesar que estuvo invitado, se demoró un
año como muchos casos para encontrar los restos de un amigo entrañable lo halló
a seis metros de la Plaza de Armas, la velocidad con que salió corriendo no le
dio tiempo para salvarse y murió sepultado, el saldo final fue catastrófico más
de setenta mil muertos, doscientos cincuenta mil desaparecidos, ciento ochenta
mil heridos y doscientos cincuenta y cinco poblados destruidos en todo el
Departamento de Ancash.
Los más pequeños que no
entendían lo que pasaba, lloraban por hambre, sueño y sed, había que
desenterrar los negocios que vendían productos de primera necesidad y las
farmacias para la vacunas conjuntamente
con la Guardia Civil saqueábamos estos lugares, teníamos que vivir, algo había
que comer.
El chino del Hotel 28 de
julio que era un Capitán de la Guardia Civil, perdió a todo su familia y con el
dolor de su corazón desenterró una cocina de kerosene del chifa que tenia y se
puso a cocinar para los niños era impresionante su valor, mi tía saco vacunas
de las farmacias y empezó a vacunar a los más pequeños.
Los muertos empezaban a
descomponerse, había que llevarlos a la fosa común para enterrarlos, estos
hacían arrumados como cargas de leña en la Municipalidad o en la Plaza de
Armas, vi a mi profesor subirse al volquete que se llevaría en unos días el
cuerpo de su esposa a la fosa, la saco entre sus brazos, la tapo con una
frazada y se paseaba con ella en sus hombros llorando y buscando a su hijo y a
sus padres. Hasta la fecha la gente no
sabe en que fosas comunes están enterrados sus familiares.
Terminada la noche, la
tierra seguía temblando, al día siguiente vi caminando en la Plaza a una
persona entre otras que trabajaba en el correo cerca de la casa, lo salude y me
contesto meses más tarde, me entere que había fallecido enterrado en el
terremoto en su casa del barrio de Belén.
Cuando he visto los sucesos
de Pisco, Haití y ahora Chile, más allá del vandalismo de algunos desadaptados,
justifico su reacción, la gente tiene que comer y vivir, nosotros lo hemos
pasado, lo hemos vivido, sabemos lo que es el hambre, la sed, el frío de la
noche, dormir en el suelo y con lluvia, ir al campo o al monte a buscar leña
para que mamá pueda cocinar, traer agua del puquio, la acquia, del río para
poderla tomar, comer el pollo podrido después de una larga carrera para poder
atraparlo los cuales eran arrojados por los aviones Hércules del Ejercito,
nadie sabe lo de nadie, muchos hablan porque no conocen, muchos critican porque
no han vivido, en vez de hablar y criticar ayudemos a todos nuestros hermanos
damnificados con todo lo que podamos y
pedirles que se organicen para que puedan levantar sus pueblos de las ruinas y
prepararnos para otros hechos similares o peores, la naturaleza nos puede
volver a castigar y no sabremos que hacer en ese momento.
Lima,
08 de Marzo del 2010
JULIO
CESAR CASTIGILIONI GHIGLINO
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