miércoles, 21 de mayo de 2014

EL CENTRALISMO



Lima, la Ciudad de los Reyes constituye el Centro del país, en lo económico, cultura, político y social. El centralismo que padecemos desde la Colonia nos ha hecho mucho daño. Es clamoroso comprobar que existan pueblos en el interior que padezcan de los elementales servicios y recursos, pueblos que pese al esfuerzo y trabajo de sus hijos, no han logrado alcanzar el desarrollo deseado.

Que la experiencia pasada nos sirva de ejemplo y no hacer del proceso de descentralización un proceso sin rumbo, sin el real convencimiento de sus grandes alcances, que sea la integración de la comunidad de todo el país, es una tarea nacional impostergable que requiere de un sustento económico, social, cultural y de condiciones políticas.

Las Regiones tienen que tener una real autonomía económica, administrativa y política deben ser entes de desarrollo dentro de los parámetros de la estructura y las políticas de Estado. La Descentralización es un asunto de magnos alcances, y como tal debe proyectarse bien, que no se imponga, que no se le convierta en un proceso de entusiasmo y apresuramiento sin un rumbo fijo.

Hay que crear los canales para su realización a la realidad en armonía con el Estado y la Sociedad, demos un paso adelante, pero hay que ir a la traslación real del poder. La coyuntura actual ha despertado entusiasmo en que la Descentralización debe convertirse en un proyecto real de transformación y cambio con la movilización del país, haciendo de ella una herramienta de desarrollo y trabajo.

Cada región debe poseer las posibilidades para un desarrollo sostenido, para lograr su desarrollo debe sustentarse en los ejes productivos-sociales que potencian los recursos principales que poseen, integrándose a un plan nacional del cual son parte el desarrollo nacional, debe buscarse afianzar los poderes en base a la voluntad democrática y a las fuerzas representativas de la Región.

La descentralización por su importancia en el proceso de desarrollo, debe constituirse en la viga maestra de la política del Estado, de manera, que en el marco legal en que se desarrollen no puedan ser afectadas por disposiciones que directa o indirectamente las desvirtúen. Que se haga un proceso consistente y realista, que revierta la actual tendencia centralista, promueva la integración nacional, y el desarrollo armónico de las regiones. Que se formule un Programa descentralizador que permita a los pueblos disfrutar de sus riquezas naturales y desarrollarse en forma equilibrada y natural.

Debemos continuar la movilización entorno a la auténtica plataforma de descentralización, concretar este propósito resulta muy complejo. Este proceso requiere necesariamente un cambio radical de las realidades actuales, donde no exista desarrollos desiguales, presentando un país completamente desarticulado, donde exista el pluralismo social y cultural.

Creemos firmemente en la descentralización del país, con cambios políticos, económicos y sociales reconociéndoles su real autonomía a la Región y que les otorga la Constitución del Estado, que este proceso nos lleve a forjar una Patria, donde los sueños se hagan realidad, se abran las puertas de la esperanza nacional y conciliar la Legislación, dando inicio a la descentralización, para lograr el desarrollo nacional.

La historia del antiguo Perú, ha alternado períodos de integración nacional en torno a un núcleo único, denominados horizontes por la arqueología, y períodos de disgregación y localismo, llamados intermedios. El primer momento centralizador del Perú antiguo se habría producido con la aparición de la Cultura Chavín, que significó un predominio religioso y cultural de más de mil años sobre un radio de unos cuatrocientos mil kilómetros cuadrados.

El proceso unificador del inkario, le sucedió la dispersión durante la conquista, cuyos realizadores traían consigo el espíritu localista del ayuntamiento de la España de la reconquista. Pese a ello, los cabildos  apenas tuvieron un breve florecimiento pues muy pronto se confirmó un poder central directamente  dependiente de la metrópoli. La derrota de Gonzalo Pizarro y de  Francisco  Hernández Girón, significó el fin de esa aspiración. El Rey desconoció  los poderes municipales concentrándose en el Virrey en el Consejo de Indicas y  más adelante en las intendencias, bajo la dinastía de los borbones.

Lourdes Flores Nano señala, fundada la república, ésta desechó el federalismo, presente en el pensamiento liberal de buena parte de los próceres de la independencia del Perú y que encontró alguna expresión en los debates constituyentes de 1823 y 1828. Basadre cree que el federalismo no prosperó en el Perú, en contrate con los países de grandes llanuras, debido a lo abrupto del territorio, donde el agricultor y el ganadero fueron estacionarios. Los fundadores de la república prefirieron la centralización del poder, ante el temor de la desintegración del Estado por la adversidad geográfica, las enormes distancias y las ambiciones territoriales de naciones vecinas. El régimen unitario tuvo la virtud de construir el Estado peruano, en medio de las mayores  asechanzas y de la amenaza permanente de disgregación.

La tradición nacional es la de un Estado unitario, así lo establece el artículo 43° de la Constitución Política del Estado al señalar que el gobierno del Perú es unitario, representativo y descentralizado, y se organiza según el principio de la separación de poderes.

Podríamos sostener con certeza que el mayor problema del país no es económico sino político y administrativo, ya que el centralismo que ha sido la forma de gobierno y de distribución de las actividades económicas exageradamente concentradas en Lima y en algunas pocas ciudades del Perú.

En el Perú se mantuvo, a pesar de las tragedias históricas y a pesar de los contrastes geográficos, siempre en una unidad nacional. Ella viene desde el tiempo incaico, la mantuvo el virreynato; la reafirmó la convergencia en nuestro territorio de los dos movimientos de la independencia del Norte y del Sur. La rebelión de los cabildos, que fue un hermoso despertar de la conciencia americana, tuvo en cambio el inconveniente de afirmar demasiado la autonomía local. La revolución que aparece primero en Tacna y luego en Huánuco y en el Cuzco, fue sofocada. La independencia en el Perú se realizó por movimiento generales, tales como el de San Martín y el de Bolívar, que habían de determinar la afirmación de la unidad de la patria que inclusive se tuvo que aprobar en un cabildo abierto luchar por la independencia del Perú.

            La capitalidad del Perú, es incuestionable; pero no queremos que Lima sea solamente la capital, por representar la tradición, por representar la mayor economía y por representar el centralismo político; queremos que Lima sea realmente la capital de la República por su efectiva atracción de las provincias y por una especie de irradiación de vida y de cultura a todos los pueblos del Perú para que estos se desarrollen y crezcan a semejanza de ella.

Al estudiar la formación de la nacionalidad peruana se observa que las antiguas ciudades en que había cabildo, que representa de cierto modo la autonomía dentro de la colonia, en que se elegían los regidores, sedes de obispados que representaban el interés eclesiástico, eran como grandes núcleos regionales que gobernaban las ciudades en base a sus autoridades elegidos por ellos.

El punto ha sido maduramente estudiado por el doctor Villarán en su estudio “La Historia de la Instrucción Pública en el Perú”. Recordemos que la ley dada en la época del Mariscal Castilla centralizó la Instrucción Pública. El año 72 con la idea generosa pero equivocada de la descentralización y de la absoluta autonomía municipal se entregó por entero la instrucción pública a las Municipalidades. Las Municipalidades no estaban en capacidad para atender, vigilar o controlar y orientar la instrucción primaria. Fue el hijo del Gobernante que precisamente propuso aquella descentralización quien rectificó la obra de su ilustre padre con el objeto de dar más eficacia a la instrucción pública.

Víctor Andrés Belaunde concibió el regionalismo no solamente como autonomía local, como cierta independencia para administrar las rentas, para hacer los nombramientos, para administrar la propia casa en  una palabra, sino también por su interpretación en la vida nacional.

Uno de los vicios de nuestra organización política es, ciertamente, su centralismo. Nuestra organización política y económica necesita ser revisada y transformada. Los departamentos descienden de las intendencias del Virreinato. Una tradición, una realidad genuinamente emanada de la gente y la historia peruana.

“Nuestra diversidad de razas, lenguas, clima y territorio, reclaman desde luego, como medio de satisfacer nuestras necesidades de hoy, el establecimiento de la forma descentralizada.

Las provincias, condenan el centralismo, sus métodos y sus instituciones, denuncian una organización que concentra en la capital la administración de la república. Si la descentralización no sirve sino para colocar, directamente, bajo el dominio, la administración regional y el régimen local, la sustitución de un sistema por otro no aporta ni promete el remedio de ningún mal profundo.
Ningún regionalista pretenderá que las regiones están demarcadas por nuestra organización política, un regionalismo que condene abstractamente el régimen centralista sin objetar concretamente su división territorial. Un regionalismo que se contente con la autonomía municipal no es un regionalismo propiamente dicho. Como escribe Herriot, en el capítulo que en su libro Creer dedica a la reforma administrativa, “el regionalismo superpone al departamento y a la comuna un órgano nuevo: la región”([1]). En el Perú lo único que se halla bien definido es la naturaleza.
Una región no nace del Estatuto político de un Estado. Su biología es más complicada. La región tiene raíces más antiguas que la nación misma. Para reivindicar un poco de autonomía de ésta, necesita precisamente existir como región. En España y en Italia las regiones se diferencian netamente por la tradición, el carácter, la gente y hasta la lengua.
En el Perú el problema de la unidad es mucho más hondo, porque no hay aquí que resolver una pluralidad de tradiciones locales o regionales sino una dualidad de raza, de lengua y de sentimiento. La heredada de los tiempos de la civilización inkaica.
El sentimiento regionalista, en las ciudades o circunscripciones donde es más profundo el regionalismo cuando responde a estos impulsos, más que un conflicto entre la capital y las provincias.
El fin histórico de una descentralización no es secesionista, sino, por el contrario, unionista. Se descentraliza no para separar y dividir a las regiones sino para asegurar y perfeccionar su unidad dentro de una convivencia más orgánica y menos coercitiva. Regionalismo no quiere decir separatismo.
La autonomía municipal, el self government, la descentralización administrativa, no pueden ser regateadas ni discutidas en sí mismas. Pero, desde los puntos de vista de una integral y radical renovación, tienen que ser consideradas y apreciadas en sus relaciones con el problema social.
La formación de toda gran capital moderna ha tendido un proceso complejo y natural con hondas raíces en la tradición. La génesis de Lima, en cambio, ha sido un poco arbitraria. Fundada por un conquistador, por un extranjero, Lima aparece en su origen como la tienda de un capitán venido de lejanas tierras. Lima no gana su título de capital, en lucha y en concurrencia con otras ciudades. Criatura de un siglo aristocrático, Lima nace con un título de nobleza. Se llama, desde su bautizo Ciudad de los Reyes. Es la hija de la Conquista. No la crea el aborigen; la crea el colonizador, o mejor el conquistador. Luego, el Virreinato la consagra como la sede del poder español de Sudamérica. Y, finalmente, la revolución de la Independencia, movimiento de la población criolla y española, -no de la población indígena- la proclama capital de la República.
La Capital política y la capital económica no coinciden siempre. Se alude el contraste entre Milán y Roma en la historia de Italia. Washington, la capital política y administrativa, es extraña a toda oposición y concurrencia entre Nueva York, Chicago, San Francisco.
José Carlos Mariátegui En el Perú, el Cuzco, capital del Imperio Inkaico, perdió sus feuros con la conquista española. Lima fue la capital de la Colonia. Fue también la capital de la independencia, aunque los primeros gritos de libertad partieron de Tacna, del Cuzco, de Trujillo. Es la capital hoy. El futuro de Lima, en todo caso, es inseparable de la misión de Lima, vale decir de la voluntad de Lima.
Hay en el reclamo descentralista del Perú, cuando menos mucho más que el requerimiento técnico jurídico o político de distribución espacial o territorial del poder, una suerte de sentimiento del Perú profundo que anhela tomar en sus manos la decisión de su propio destino y algunas veces, afirmar muy nítidamente a través de ella su personalidad histórica, social y política.
Es el tema de la descentralización uno de los que mejor refleja los sentimientos nacionales. El país prácticamente desde su nacimiento ha ensayado una y otra vez fórmulas descentralistas; una y  otra vez ha fracasado, pero el pueblo mantiene viva la esperanza de que algún día advendrá una fórmula que le permita un régimen de autogobierno que haga asimismo al pueblo o a los pueblos del interior de la República dueños de su destino y capaces de equilibrar lo que sienten, que es algo así como un peso ominoso que representan el centralismo.
Debemos hacer un rápido recorrido respecto a este empeño nacional que la historia se ha encargado de desbaratar tantas veces. Basta revisar los textos de nuestras constituciones para encontrar las distintas maneras como nuestros constituyentes trataron de afirmar los procesos de descentralización; en algunos casos expresando con muchísima fidelidad grandes corrientes de opinión nacional, en otros, falsificando fórmulas que no respondían a ningún sentimiento de carácter nacional o político. Hubo, desde luego, fórmulas retóricas que quedaron tan sólo consagradas en el texto constitucional y que como las propias constituciones no sólo no encarnaron en la realidad concreta del Perú, sino que ni siquiera se pusieron en vigencia.
Las constituciones que reflejaron de alguna manera una suerte de nuevo pacto social en este país y que por lo tanto permitieron fórmulas concretas de descentralización que sí se frustraron en el camino; sin embargo, encontraron las fórmulas apropiadas para responder, de alguna manera, a la aspiración provinciana.
Ha habido en el Perú fórmulas que falsificaron o pretendieron adulterar la descentralización. La expresión más nítida y característica de ese empeño de falsificación descentralizadora está en los Congresos Regionales que permitió la Constitución de 1920, de clarísima inspiración autocrática.
Los esfuerzos por consagrar algunas de las fórmulas de descentralización que se ensayaron a través de Juntas de Obras Públicas merced a la Ley de Pro Desocupados a partir de 1931, de Corporaciones Departamentales de Desarrollo que se crearon en respuesta de desastres semejantes a los que ahora sufrimos en el sur del Perú, comenzando por la Junta de Reconstrucción y Fomento Industrial del Cusco en 1950 y continuando con una serie de Juntas Departamentales que promovieron luego la creación de lo que fue el Fondo Nacional de Desarrollo Económico creado hacia 1960 y, posteriormente, numerosísimas corporaciones en la gran mayoría de los departamentos del Perú.
Todas estas experiencias, demuestran que en el Perú, ha habido y hay terca porfía, a pesar de todas las frustraciones, por lograr alguna fórmula de descentralización. En el fondo el gran debate del país no es nada más ni nada menos que una suerte de empeño por lograr la democratización del poder; porque al fin y al cabo, la descentralización no es otra cosa que la distribución espacial del poder y por eso mismo no puede haber, ni habrá jamás, genuina descentralización mientras ella no esté formalmente consagrada en la Constitución.
No hay descentralización que pueda estar sujeta a la voluntad del legislador ordinario. La descentralización y la autonomía sólo son sólidas cuando tienen reserva o consagración constitucional y, por ello mismo, ha de reconocerse en la Constitución, no sólo a denunciarse sino a reconocerse en la Constitución, las atribuciones específicas, de ser posible, las rentas y, naturalmente, los órganos a través de los cuales debe hacerse la descentralización.
En 1955, cuando en el Perú a la dictadura que, se había enseñoreado del país, José Luis Bustamante y Rivero, ex presidente de la República, lanzó un recordado mensaje a la nación analizando los grandes y graves problemas que en ese momento el Perú debía enfrentar. El problema capital del Perú era el problema del indio, el problema de la tierra, pero también lo era el de la descentralización. José Luis Bustamante y Rivero decía que el problema capital de la descentralización en el Perú es de mentalidad.

De mentalidad centralista por parte de los gobiernos que no quieren desprenderse del poder de manejar el destino de la patria desde sus escritorios en la capital, pero también de mentalidad centralista por parte de los funcionarios del interior del país que muchas veces pierden el poder no por invasión o absorción, sino por deserción de sus propias responsabilidades, por no asumir sus responsabilidades frente a su propio destino y al destino nacional. La creación de elites internas en el interior del país. Ganar conciencia nítida y clara del propio destino, afirmar la identidad y la personalidad de las regiones es fundamental como ingrediente para asegurar el desenvolvimiento de cualquier proceso de descentralización.

Seguiremos esperando y con esta porfía histórica persistiremos hasta que algún día, podamos encontrar la fórmula y hallemos el camino que la historia tiene reservado al destino de nuestros pueblos en el interior, para que marchen con sus propios pies a la conquista del bienestar, de la justicia, la paz social y el bien común.  
Cuando analizamos los principales indicadores productivos, sociales, políticos y económicos del país encontramos que en la ciudad de Lima, se centra toda la vida económica del país. En el terreno del reordenamiento institucional, es evidente que se requiere especificar las funciones que los distintos órganos del gobierno descentralizados y centralizados deben tener en el futuro en el ordenamiento básico del país, donde legislar debe seguir siendo la tarea principal del Congreso Nacional, dictando las Ley de Marco de Descentralización, la Ley Orgánica de Creación de las leyes necesarias para  hacer de la descentralización un proceso realmente histórico.

La autonomía y vida propia de las regiones son la base para que el país cuente con ciudadanos formados para pensar y decidir independientemente con iniciativa propia, lo que constituye la fuente esencial de riqueza y valor de un pueblo. Se requiere delimitar con claridad las funciones de los diversos estamentos de gobierno, los gobiernos locales, las regiones, ver los mecanismos de capacitación para los funcionarios que trabajen en ellos así como la asignación de fondos y la captación de recursos propios que pueden tener. La población considera que es necesario cambiar la pauta que ha caracterizado el desarrollo nacional, procurando canalizar más inversión hacia el interior peruano.

La descentralización es un proceso y ello implica una gradualidad. En otras palabras, que no es un acto instantáneo o inmediato, sino que exige un tiempo del cual se promueva el efecto deseado. Se trata de un proceso que debe conducirse, sustantivamente en el que el cambio de modelo de crecimiento hacia una economía social y de mercado que permita la emergencia de fuerzas económicas locales o regionales, y a su vez, demandar la descentralización del poder político.

La Descentralización es una nueva etapa de la democracia, y no puede ser reducida a un asunto político-administrativo o de ajuste de costos en el Estado. Es un proceso productivo-social de ocupación y organización del territorio, con la redistribución democrática del poder, y el reencuentro con la condición andina ambiental y sus zonas de habitabilidad. El Estado en su conjunto debe ser Descentralizado, correspondiendo así a una sociedad diversa y ampliamente distribuida en el espacio, y a un territorio cuya ocupación requiere formas de organización adecuadas para su gobierno, niveles descentralizados.

La Descentralización, por tanto, no pueden sustentarse en el reconocimiento, progresivo o simultáneo, de nacionalidades preexistentes, o de grupos que uno a uno van accediendo a un estatuto especial de gobierno descentralizado. Se sustenta en sociedades regionales que emergen en territorios eco-históricos, constantes a lo largo de los años y diversos en sus componentes, y que delimitan los ámbitos de gestión del territorio. Esto supone, al mismo tiempo, incorporar a las formas estatales las singularidades de etnias andinas y amazónicas, ahí donde tienen vigencia sus formas de autoridad local.

La base histórica del proceso de la descentralización está dado por los Departamentos y la ocupación humana del territorio que ha combinado a lo largo de la historia las zonas de habitabilidad de los ecosistemas andinos, las relaciones comerciales y los principales ejes de los sistemas productivos del desarrollo nacional. El desarrollo de la urbe requiere del desarrollo regional, y la ciudad se constituye en uno de los actores fundamentales de la descentralización. La ciudad requiere ser sustentable para lograr desarrollarse. Esta debe ser la base de una reformulación de relaciones entre los gobiernos regionales y los gobiernos locales, dos niveles de gobernabilidad indispensables en el nuevo esquema del país.

La Descentralización requiere una modificación de las relaciones entre el Estado y la Sociedad. El Estado debe reformularse a un nuevo rol, de ser de Promoción Estratégica, de ser promotor de las condiciones de la descentralización en toda la sociedad, dando especial amplitud a los integrantes de las sociedades regionales para que se afiancen en su autonomía y se eleven a ejercer sus respectivos niveles de gobierno y lograr el desarrollo de sus pueblos.

LA DESCENTRALIZACIÓN
La descentralización es el proceso de permitir a los organismos regionales tomar decisiones más cerca de la gente, quedando la responsabilidad y la dirección de la política, busca que las responsabilidades residan en los gobiernos locales o regionales.

La descentralización tiene, a su vez, dos esquemas fundamentales, una de delegación y otro de devolución. En un sistema de delegación, los gobiernos locales actúan como agentes del gobierno central, las perspectivas de política son de arriba abajo y hay una preponderancia de los intereses nacionales sobre lo locales. En el sistema de devolución, a los gobiernos locales se les concede autonomía para decidir y la evolución política, va de abajo hacia arriba. No se puede tener descentralización sin tener una capacidad administrativa local eficiente, económica y política.

Existen dos formas de hacer la descentralización de golpe o gradualmente. La experiencia internacional aconseja hacerla en forma gradual. Igualmente, la descentralización puede ser de dos formas simétrica o asimétrica, donde se les da a todos los gobiernos subnacionales las mismas responsabilidades de gastos y las mismas fuentes de ingreso y en un sistema asimétrico se dan paquetes de responsabilidades y recursos que van de acuerdo a la capacidad administrativa de los niveles de gobierno y al tamaño de su población.
Son cuatro los pilares fundamentales de un sistema de descentralización: primero, la asignación de competencias de gasto; segundo, la asignación de fuentes de ingresos; tercero, el sistema de transferencias porque siempre habrá un falta de correspondencia entre la asignación de gastos y la de ingresos; y cuarto, el establecimiento de un sistema de crédito, lo cual, advierte, conlleva una cantidad de riesgos y enormes problemas, por lo que tiene que haber controles muy eficientes.

Al comenzar a diseñar la descentralización es que se tome en cuenta que los fondos siguen a la competencia o responsabilidad; que nunca debe descentralizarse si no se sabe quién va a ser el responsable en las distintas competencias. Este ha sido el problema que ha afectado gravemente el proceso de descentralización en Latinoamerica. Para que el proceso de descentralización funcione, el gobierno central tiene que contar con capacidad para supervisar eficientemente el comportamiento y la efectividad de los gobiernos subnacionales.

Observa que es trascendental para la política macroeconómica el adecuado diseño del proceso para que éste  tenga impacto positivo en la economía, para lo cual hay que establecer una clara definición de responsabilidades a todos los niveles de gobierno, “una clara asignación de responsabilidades a los gobiernos subnacionales”, asignar el máximo tiempo posible al estudio del diseño y la repartición de responsabilidades y funciones, para que el proceso de descentralización sea exitoso.

La descentralización, desde el punto de vista económico, se basa en que la misma puede mejorar la eficacia en el uso de los recursos fiscales y la rendición de cuentas. Un mal diseño no sólo no permite alcanzar estos objetivos sino que puede crear desequilibrios fiscales y mayor endeudamiento tanto en el ámbito nacional como subnacional. Más aún, el mismo proceso de descentralización puede hacer más difícil la conducción de la política macroeconómica y los ajustes fiscales necesarios.

La reforma del Estado, en lo que se refiere a la descentralización, requiere una revisión del papel del sector público y de la inyección de ingredientes en el tiempo, tales como la asignación de gastos e ingresos, las transferencias intergubernamentales, el control de la capacidad de endeudamiento, la disposición de información y seguimiento, el fortalecimiento técnico y la capacidad gerencial en todos los niveles. (Guillermo Castañeda Mungi).

La Regionalización debe considerar en primer lugar, la necesidad de mantener el equilibrio macroeconómico y, en segundo lugar, la necesidad de afrontar los problemas específicos de cada región o con la participación de sus pobladores, buscando al mismo tiempo mejorar la calidad del gasto público y corrigiendo todas aquellas trabas que afectan la fluidez del procedo productivo.

La Regionalización es un proceso de largo plazo e implica beneficios y riesgos potenciales que deben ser evaluados en función de las características del país.

Un diseño adecuado de descentralización requiere establecer, en forma clara, las funciones y responsabilidades a descentralizarse, los recursos disponibles, la forma en que éstos se distribuirán y la evaluación de sus resultados. (Germán Suárez Chávez)

La Descentralización del poder supone la democracia y esta sólo se realiza plenamente en un estado donde aquel se distribuya con equidad en el ordenamiento territorial.  La idea centralizadora ha entrado en crisis en todo el mundo, al punto de que “Francia misma, patria indiscutible del centralismo”, cuyo modelo de Estado fue seguido por muchos otros países e influyó grandemente en la organización administrativa española y latinoamericana, ha sido ganada por el criterio descentralizador.

En el terreno del reordenamiento institucional, es evidente que se requiere especificar las funciones que los distintos órganos del gobierno descentralizados y centralizados deben tener en el futuro en el ordenamiento básico del país, donde legislar debe seguir siendo la tarea principal del Congreso Nacional, en el marco de un país con un régimen históricamente unitario. La autonomía y vida propia de las regiones son también la base para que el país cuente con ciudadanos formados para pensar y decidir independientemente con iniciativa propia, lo que constituye la fuente esencial de riqueza y valor de un pueblo.

El país está perdiendo lo más valioso tanto de su cultura viva, sus fiestas, sus leyendas, sus cultos, su música y el respeto por sus costumbres. Un país dueño de una cultura milenaria, debe basarse en ella para proyectarse al mundo global, sólo así podrá ser moderno y a su vez respetado, grande y alegre. Los factores culturales tienen un profundo impacto en la identidad nacional y en la autoestima de los peruanos y con implicancias económicas importantes para el turismo y de grandes posibilidades para el país.

Se requiere delimitar con claridad las funciones de los diversos estamentos de gobierno, establecer mecanismos de capacitación para los funcionarios que trabajen en ellos así como la asignación de fondos y la captación de recursos propios que pueden tener. La población peruana considera que es necesario cambiar la pauta que ha caracterizado el desarrollo nacional, procurando canalizar más inversión hacia el interior peruano.

La instancia intermedia entre el gobierno municipal y el gobierno nacional, son las regiones. El tipo de funciones que le asigna a esa instancia intermedia debe ser más carácter ejecutivo que político: coordinar con las municipalidades, planificar el desarrollo e invertir en infraestructura del ámbito intermedio.

Existe consenso en relación con la necesidad de establecer una instancia intermedia que favorezca la coordinación de las dinámicas locales entre sí, sin anularlas ni interferir con ellas. La población prefiere un modelo más ejecutivo. La descentralización es una nueva etapa de la democracia, y no puede ser reducida a un asunto político-administrativo o de ajuste de costos en el Estado. Es un proceso productivo-social de ocupación y organización del territorio, con la redistribución democrática del poder, y el reencuentro con la condición andina ambiental y sus zonas de habitabilidad.

El Estado en su conjunto debe ser descentralizado, correspondiendo así a una sociedad diversa y ampliamente distribuida en el espacio, y a un territorio cuya ocupación requiere formas de organización adecuadas para su gobierno, en los que sus niveles descentralizados regionales deben también ser compuestos por elección directa democrática de los ciudadanos.

Este debe ser el inicio de un proceso genuino de construcción de espacios mayores de una democratización y descentralización, de ámbitos más amplios que deben terminar en grandes macro regiones. Invocamos al gobierno, que cumpla su palabra para elegir a sus autoridades ejecutivas, para abordar temas de desarrollo para no repetir el viejo esquema del asambleismo que ya fracasó y hacer de las regiones verdaderas herramientas de transformación y cambio.

La fórmula descentralista en la cual creemos y apoyamos siempre será fortalecer a los gobiernos locales y darles una ley que en razón de sus diferenciaciones puedan tener un mismo tratamiento que otras realidades del país y que les permita vincularse más a los gobiernos locales al ámbito del gobierno regional a través de su presencia en la toma de decisiones en las Regiones y que realmente podamos decir que el grito de los peñascales en la sierra de las marañas en la sierra y los desiertos de la costa nazcan las Regiones como semilla que germina en tierras fértiles.

Algunos quieren ver en la crisis argentina de hace algunos meses el fracaso del modelo Neoliberal, por que no hubo un buen control, más bien hubo exceso de populismo y de los aspectos de esa crisis que debemos aprender, como saber gobernar el presupuesto de la República con los presupuestos de las regiones, y los gobiernos locales. Los proyectos inconclusos de 180 años de vida republicana, desde la Constitución de 1823, donde se hablan de descentralización del país y hasta ahora no hemos tenido un proyecto serio, como esta tarea nacional. El siglo XXI debe ser el inicio de la genuina descentralización del país que los pueblos más olvidados reclaman como una necesidad inmediata para que junto con sus autoridades elegidas democráticamente puedan impulsar el desarrollo de sus localidades.

La descentralización, no puede sustentarse en el reconocimiento progresivo o simultáneo de nacionalidades preexistentes o de grupos que uno a uno van accediendo a un estatuto especial de gobierno descentralizado. Se sustenta en sociedades regionales que emergen en territorios eco-históricos constantes a lo largo de los años y diversos en sus componentes, y que delimitan los ámbitos de gestión del territorio. Esto supone, al mismo tiempo, incorporar a las formas estatales las singularidades de etnias andinas y amazónicas, ahí donde tienen vigencia sus formas de autoridad local.

La base histórica del proceso de la descentralización está dado por la ocupación humana del territorio que ha combinado a lo largo de la historia las zonas de habitabilidad de los ecosistemas andinos, las relaciones comerciales y de intercambio en espacios muy amplios de carácter continental y nacional, y los principales ejes de los sistemas productivos del desarrollo nacional. El desarrollo de la urbe requiere del desarrollo regional, y la ciudad se constituye en uno de los actores fundamentales de la descentralización. La ciudad requiere ser sustentable para lograr desarrollarse. Esta debiera ser la base de una reformulación de relaciones entre los gobiernos regionales, departamentales y las municipalidades, niveles de gobernabilidad indispensables en los territorios descentralizados.

Uno de los grandes desafíos del futuro con relación a la descentralización, es que se establezcan las formas institucionales del Estado que puedan dar curso, afianzar, promover y representar a las comunidades regionales socio-políticas. Debe estatuirse el nivel regional de gobierno sobre regiones más amplias; la forma de gobierno debe ser la de un ejecutivo elegido democráticamente.

La descentralización requiere también una modificación muy importante de las relaciones entre el Estado y la Sociedad. El Estado debe reformularse a un nuevo rol: el de ser un Estado de promoción estratégica. El Estado debe ser el gran promotor de las condiciones de la descentralización en toda la sociedad, dando especial amplitud del terreno a los integrantes de las sociedades regionales para que se afiancen en su autonomía y se eleven a ejercer su respectivo nivel de gobierno.

La descentralización del país es necesaria para hacer al Perú un país auténticamente integrado en condiciones de igualdad para todos y así dar más y mejores oportunidades a todos los ciudadanos. La descentralización implica que las provincias tengan la capacidad de dar a sus habitantes esas oportunidades.
La descentralización es un proceso permanente. Para que este proceso tenga éxito debemos abandonar la ingenuidad de suponer que el proceso de descentralización es breve y que se puede hacer de la noche a la mañana, este es un proceso permanente y dinámico su punto de partida, pero que nos puede tomar muchos años llegar a tener un país realmente descentralizado.

La descentralización es un proceso y ello implica una gradualidad. En otras palabras, que no es un acto instantáneo o inmediato, sino que exige un tiempo a lo largo del cual se promueva el efecto deseado. Se trata de un proceso que debe conducirse, sustantivamente en el que el cambio de modelo de crecimiento hacia una economía social de mercado que permita la emergencia de fuerzas económicas locales, regionales que, a su vez, demandan descentralización o poder político.

Se debe proponer descentralizar la actividad económica forjando una alianza en las macroregiones.  Esta alianza se basa en el pleno reconocimiento de que cada macroregión tiene ventajas competitivas  únicas y diferentes de las que hallamos en el resto del país, y por lo tanto, necesitan de un tratamiento diferenciado que permita a cada región integrarse y consolidar su identidad. No existe una estrategia única y rígida para el desarrollo de todas las regiones.

Algunos procesos de descentralización han empezado hace siglos, Alemania, que tiene aproximadamente 500 años; la experiencia federal, que es la más exitosa con autonomía administrativa, política y constitucional, ha tenido tropiezos, pero se ha mejorado y perfeccionado. La experiencia alemana y la americana son muy buenas. Los modelos de estados unitarios descentralizados sólo a nivel administrativo, pero no tienen autonomía política.

El modelo español de las autonomías regionales si tiene éxito que sí tienen autonomía administrativa y autonomía política, porque tienen competencia legislativa en las respectivas comunidades autónomas. Los estados integrales donde el funcionamiento del gobierno central, regional y local confluye y se integra en armonía para que los niveles puedan trabajar y desarrollar sus políticas en sus respectivos ámbitos. Los procesos de descentralización no son estáticos acabados; por su propia complejidad son procesos dinámicos en el tiempo.


LA REGIONALIZACIÓN

El artículo 188º de la Constitución Política de Estado señala que la Descentralización es una forma de organización democrática y constituye una política permanente de estado de carácter obligatorio que tiene como objetivo fundamental el desarrollo integral del país. El proceso de descentralización se realiza por etapas, en forma progresiva y ordenada conforme a criterios que permitan una adecuada asignación de competencias y transferencias de recursos del gobierno nacional hacia los gobiernos regionales y locales.
Por su parte la Ley de Bases de Descentralización Nº 27783 en su artículo 3º señala que la descentralización tiene como finalidad el desarrollo integral armónico y sostenible del país mediante la separación de competencias y funciones, y el equilibrado ejercicio del poder por los tres niveles de gobierno en beneficio de la población.

Las regiones nacen de una realidad geográfica, antropológica, cultural y social, personas pertenecientes a un mismo grupo natural ocupan espacios comunes y buscan su unión por características idénticas; establecen un mosaico de integridad con coincidencias, afinidades, es una comunidad de vida, integrada por valores profundos de su pasado. Los pueblos se agrupan en base a su vivencia natural y enfrentan problemas idénticos, los cuales deben superar en forma organizada. El conjunto de estos valores se llaman unidades geopolíticas con realidades históricas comunes.

El proceso de Regionalización es una tarea nacional impostergable que requiere de decisión política, y la participación democrática de la ciudadanía y competencias de cada una de las regiones.

El rol de las regiones tienen que ser planificadas, deben ir ligadas a la determinación de proyectos a ejecutarse, a la interacción de un desarrollo homogéneo y una labor ejecutiva de proyectos reales para desarrollar, no mas falsas ilusiones que nacen muertas porque la realidad las mató, las Regiones tienen que tener una vida propia que no estén ligadas al yugo centralista, sino que sean Entes de desarrollo, dentro de la Estructura del Estado Peruano.

Este proceso requiere necesariamente un cambio de mentalidad, para establecer conciencia regional en la regionalización debe ser un impulso para el cambio, debe responder al Proyecto del País, que se haga del Perú una nación donde no exista desarrollos desiguales, completamente desarticulado. Este proceso tiene que nacer de abajo hacia arriba; fortaleciendo los gobiernos locales, y que incluya la participación ciudadana como entes verdaderos de poder y de cambio y de arriba hacia abajo; donde el gobierno central transfiera en forma progresiva las competencias a los gobiernos subnacionales.

Los pueblos han perfilado sus tradiciones y rasgos culturales, los cuales no tienen que desaparecer sino más bien se tienen que integrar buscando el verdadero sentir de la Región. No hay que hacer de éste proceso extraño, sin el real convencimiento de sus grandes alcances, que sea un proceso de integración de la Comunidad Andina en la Sierra, de las Aldeas Nativas en la Selva y la identificación con los Pueblos Jóvenes en la Costa.

La Regionalización es un asunto de magnos alcances, esta debe contar a las diferentes instancias de gobierno descentralizadas con autosostenimiento y producto de la integración geográficos, políticos, social, económicos, antropológicos y cultural, y no estar sujeto a consideraciones distintas, debe ser una medida efectiva de preparación y organización planificada que nos conduzca al cambio trascendental para forjar una patria más justa y soberana, digna de sus hijos.

Hay que crear los canales para su identificación con la realidad, demos un paso adelante, trasladando el poder en forma real. Haciendo un proyecto de real dimensión con la movilización de todas las sangres.
La Regionalización, debe traer consigo las posibilidades cambios políticos, administrativos, económicos reconociéndoles la autonomía que les otorga la Constitución Política del estado, que se transfiera realmente el poder y se forje una nueva estructura del Estado Peruano que esté acorde con los tiempos en que vivimos.

La desconcentración no es descentralización. La desconcentración es sencillamente un proceso para permitir a los organismos regionales del gobierno central tomar decisiones más cerca de la gente, pero la responsabilidad y la dirección de política es centralista. El modelo que casi todos los países del mundo están adoptando es un modelo descentralizado. Hay un proceso enorme de descentralización en Europa. Países centralizados históricamente como Francia e Inglaterra están envueltos en un proceso de descentralización. Recientemente, Francio otorgó un estatuto de autonomía a Córcega y la Gran Bretaña ha concedido parlamentos autónomos a Escocia y al país de Gales.

En un sistema de delegación, los gobiernos locales, los gobiernos subnacionales todavía actúan como agentes del gobierno central, las perspectiva de política son de arriba-abajo, hay una preponderancia de los intereses nacionales sobre los intereses locales. En cierto punto, los gobiernos subnacionales aplican políticas diseñadas a nivel nacional y la autonomía presupuestaria de los gobiernos subnacionales bajo este concepto de delegación es limitada.

El esquema de delegación de gobierno es más frecuente en los países con sistema político unitario, en Europa: Inglaterra y Francia, pero también hay federaciones, en Alemania, donde el sistema político de descentralización se puede considerar más bien un sistema delegado que un sistema de devolución.

El sistema de devolución –que es mucho más frecuente en sistemas federales pero también en sistemas unitarios como en el caso de España. España es un país unitario pero, sin embargo, hay devolución a nivel regional y a nivel local. A los gobiernos se les concede autonomía para decidir y las decisiones y la evolución políticas son, en muchas ocasiones de abajo hacia arriba y los criterios evaluativos respecto a cuál es una buena política de gobierno, cuáles son las prioridades de gasto y cuáles son las políticas más acertadas para el país, no sólo son nacionales sino también locales y muchas veces hay conflicto entre ellos. Tiene que haber un sistema para compaginar y resolver conflictos, pero no siempre el interés nacional persevera sobre el interés local o subnacional.

La descentralización va de forma conjunta con la democracia, este matrimonio, si se puede decir, entre descentralización y democracia política. La descentralización también se usa en muchas ocasiones como una fórmula para resolver problemas políticos que son, en cierta medida, insolubles dentro de un sistema unitario de gobierno.

Lo más importante para avanzar en el proceso de descentralización es lograr la eficiencia económica. Los gobiernos subnacionales y los municipios están más cerca de los problemas de los ciudadanos, tienen información sobre sus necesidades, sobre sus preferencias mucho más que lo que tienen los agentes o los burócratas del gobierno central. Por lo tanto, un sistema descentralizado puede usar el gasto, puede usar los recursos fiscales de una manera más eficiente para promover el bienestar del pueblo.

También en cierto grado, la descentralización puede, si se diseña de una forma acertada, promover la movilización de ingresos económicos si se da autonomía a los gobiernos locales para recaudar sus propios recursos, sus impuestos.

El  problema fundamental con la descentralización es que puede llevar a la falta de estabilidad económica. Los ejemplos más claros están aquí en Latinoamérica: en el Brasil y Argentina en el pasado, donde un sistema descentralizado de gobierno que  no estaba bien diseñado, que no estaba controlado, condujo a períodos de inflación y desestabilización económica.

La descentralización, tiene que ser tomado en cuenta en el momento de diseñar el sistema, que no puede crear desigualdades regionales más agudas si se les da autonomía de ingresos a los gobiernos subnacionales y autonomía de gasto, puesto que hay diferencias en bases económicas, en capacidad de recaudación de impuestos. Un sistema de descentralización puede llevar fácilmente a más desigualdades de gasto por habitante entre las regiones o municipios del país.

En el sentido de cómo organizar el sistema vertical de gobierno, hay dos sistemas: uno es una estructura jerárquica, en la que cada nivel responde a su nivel superior, el nivel provincial/regional dialoga o responde al gobierno central y después los gobiernos locales, los municipios, responden exclusivamente a las regiones, a las provincias, a los estados; este sistema es más común en los sistemas federales.

El otro sistema de organización vertical es un sistema de estructura bifurcada; con éste podemos decir que se pude diseñar un sistema vertical de gobierno, en el cual el gobierno central dialoga con los gobiernos provinciales  y, al mismo tiempo, dialoga o trabaja con los gobiernos locales o municipios. No hay una relación entre el nivel intermedio provincial o regional con los niveles locales. Este sistema es bastante más común en países unitarios, por ejemplo Inglerra, Polonia, Ucrania o la República Checa.

Existen, varios requerimientos para un proceso de descentralización exitoso. Un primer grupo son de naturaleza política. Un sistema descentralizado tiene que tener un sistema democrático de elecciones para el ejecutivo, elecciones para el legislativo de cada nivel de gobierno y debe haber una rendición de cuentas, en un sistema descentralizado los responsables de los gobiernos subnacionales tienen que rendir cuentas a sus ciudadanos, a sus electores. Y para que haya un sistema político representativo, democrático, tiene que haber información y transparencia en las cuentas y presupuestos.

Tiene que haber un marco adecuado, un sistema de proceso presupuestario que sea autónomo, que sea eficiente, que cubra todos los aspectos fundamentales del presupuesto de gastos.

No se puede tener descentralización sin una capacidad administrativa local eficiente. No tenemos un sistema, una capacidad administrativa local porque, en general, no ha habido descentralización. Si podemos empezar a tener un desarrollo de capacidad administrativa local a través de la capacitación del personal, entonces sí habría descentralización.

En términos de estrategias de descentralización, el primer reconocimiento es que no hay un sistema perfecto, no hay un sistema ideal, no hay un sistema que podamos traer al Perú de otro país y decir esto va a funcionar aquí porque funcionó en otro país; esta es un forma equivocada de llegar al problema. El sistema descentralizado de cada país tiene que crearse en el país, tiene que responder a las necesidades, tiene que responder a los intereses, a la historia del país.

La descentralización se puede hacer de golpe o se puede hacer de una forma gradual. En Indonesia, con el paso al sistema democrático para salvar el país de las tendencias separatistas en las islas de Sumatra, Borneo y Papúa, que resentían la dominación política de Java, se recurrió a un proceso de descentralización instantáneo, de choque, en seis meses. Este proceso ha sido calificado por muchos como un desastre; lo mismo está sucediendo con Pakistán. Lo mejor, es hacer la descentralización de una forma gradual.

La descentralización se puede hacer de una forma simétrica o asimétrica. En el proceso simétrico se les da a todos los gobiernos subnacionales las mismas responsabilidades de gasto, las mismas fuentes de ingreso. Muchos países han intentado un proceso de descentralización asimétrico, es decir, dar paquetes de  responsabilidades y recursos, que son mejor medidos en función de la capacidad administrativa de los gobiernos subnacionales.

Cuando se hace la descentralización tiene que haber un sistema de reformas complementarias. No se debe pensar que con aprobar una ley en el Congreso sobre la descentralización el proceso se ha acabado; hay una serie de reformas de leyes que tienen que acompañar, que tienen que estar compaginadas con el proceso de descentralización. Igualmente, tiene que haber una reforma tributaria si se va a conceder fuentes de ingresos a los gobiernos subnacionales; tiene que haber una reforma presupuestaria, ya que va a haber mucho más autonomía a nivel regional, a nivel local. Con respecto a las decisiones presupuestarias, el sistema legislativo y los organismos de gobierno central van a intervenir de una forma distinta como lo hicieron bajo un sistema centralizado. Debe haber también una reforma administrativa.

Los pilares fundamentales de un sistema descentralizado, son cuatro: el primero es la asignación de competencias del gasto. Este es el primer paso. No se puede descentralizar recursos económicos, no se puede descentralizar impuestos, sin antes saber cuál es la asignación de competencias, y esto no sólo se refiere a quién va a ser el responsable de la competencia.

El segundo pilar es la asignación de fuentes de ingreso. una vez que hemos establecido cuáles son las competencias, entonces se diseña una asignación de fuentes de ingreso que permita, en la medida de lo posible, financiar el costo de la proyección de servicios que se ha concedido o asignado a cada nivel de gobierno.

El tercer pilar fundamental de un sistema descentralizado de gobierno es el sistema de transferencias. En general, siempre va a haber una falta de correspondencia entre la asignación de gastos y la asignación de ingresos, esto es, una falta de correspondencia vertical, un desbalance vertical, porque el gobierno central puede retener la mayoría de las fuentes de ingresos.

El sistema de transferencias es también crucial, muy importante, para igualar o compensar diferencias en la capacidad económica, de recursos económicos y necesidades de gasto a nivel subnacional. Va a haber municipios ricos, municipios pobres, regiones ricas y regiones pobres; por tanto, la mayoría de los países diseñan un sistema de transferencias de compensación o igualación para ayudar a los gobiernos locales con baja capacidad económica o para asistir en la prestación de servicios cuando existe una necesidad de gastos mayor.

Por último, el cuarto pilar es establecer un sistema de crédito a nivel regional, a nivel local, si se transfieren las responsabilidades de gasto por infraestructura de inversión a nivel subnacional. En este caso se debe pensar en desarrollar un sistema de crédito local. En general, si se descentralizan las funciones de gasto, deben ser también los gobiernos locales, los gobiernos provinciales los que tengan la responsabilidad de invertir. Sin embargo, en la práctica los sistemas de crédito local tienen una cantidad enorme de problemas y de riesgos. Por lo tanto, un sistema de crédito local tiene que ir acompañado de controles explícitos y muy eficientes.

La descentralización es una cuestión fundamentalmente política, que tiene que haber consenso nacional y una discusión completa a nivel nacional con inclusión de todos los niveles de gobierno, de todas las esferas de responsabilidad o de intervención social, política.

La cuestión técnica, es naturalmente crucial. Si tenemos un consenso político pero no tenemos un diseño técnico bueno y completo, entonces estaremos condenados al fracaso en el proceso de descentralización.

El proceso de descentralización es un sistema complejo, hasta cierto punto muy delicado, y que tiene que tener funcionando bien esos cuatro pilares. Tiene que haber una asignación de gastos, una asignación de recursos, un sistema de transferencias y un sistema de crédito controlado para que el sistema pueda funcionar bien. Si no se compaginan estos cuatro elementos y si no se acompañan con democracia, con rendición de cuentas, si no existe capacitación o competencia administrativa a nivel local, el sistema descentralizado no va a funcionar y todo se va a tener que devolver al centro. La descentralización se convierte en fracaso.

El paso más importante al comenzar a diseñar el proceso, es reconocer que los fondos deben seguir a la competencia de gasto. Nunca se debe descentralizar fondos si no se sabe quién va a ser el responsable en las distintas competencias. Esto es un problema que ha afrontado, en forma dolorosa, el proceso de descentralización en Latinoamérica.

En materia de descentralización, la simplicidad y la transparencia son mucho más importantes que la complejidad o la exactitud o las leyes enormemente complicadas. Tiene que haber un sistema de diálogo, tiene que haber instituciones de cooperación entre los distintos niveles de gobierno para rellenar esos huecos que van a existir en el sistema legal.

La simplicidad y la transparencia son fundamentales, si no existe una rendición de cuentas, si no existe una rendición de cuentas al electorado, a quien paga los impuestos, no hay un sistema descentralizado eficiente; por lo tanto, es importante que el sistema político y otras instituciones den soporte y fundamenten esta rendición de cuentas basada en la autonomía y democracia.

Para que el proceso de descentralización funcione tiene que haber una habilidad del gobierno para supervisar el comportamiento, la efectividad de los gobiernos subnacionales. Pero conceder al gobierno una función de supervisión, de monitoreo, no quiere decir que el gobierno vaya a crear controles excesivos con respecto a los gobiernos locales, estas intervenciones de control excesivo estarían comprometiendo la autonomía presupuestaria o, básicamente, el objetivo de la descentralización.

Tiene que haber un reconocimiento de que el proceso de descentralización no es un proceso aquí y ahora y se acabó; es un proceso continuo, que siempre va a estar en flujo. Son sistemas vivos, son sistemas que están en flujo, que están en cambio, y, por lo tanto, desde el principio son dinámicos. (Jorge Martínez Vásquez)

LIMA, 04 DE FEBRERO DE 2009.



[1] Herriot, Creer, tomo II, p. 191.

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